Bienvenidos al mundo real
Después de las medidas de recorte económico anunciadas por Zapatero, vaya por delante que no me alegro de que a los funcionarios les bajen el sueldo, pero sin duda lo siento menos por ellos que por los pensionistas. La crisis está siendo mortal para muchas empresas y, aunque los funcionarios no tienen la culpa de ella, tampoco la tenemos el resto de trabajadores que, sin embargo, la estamos sufriendo de manera tan virulenta.
No ignoro que hay muchos empleados públicos que cobran sólo mil euros, pero tienen a cambio la seguridad de que cobrarán a final de mes y de por vida. En mi caso concreto, en cambio, después de 15 años de experiencia como periodista ya llevo dos años desempleada, mientras que mi marido, también con estudios superiores, trabaja como autónomo once horas diarias para traer a casa un sueldo con el que ahora nos cuesta llegar a fin de mes.
Dicho esto, escuché ayer, día 13 de mayo, en el programa de Carlos Herrera, al presidente del sindicato de funcionarios CSIF, Domingo Fernández, y no he podido por menos que escribir esta carta. Decía que la horquilla de sueldos de los funcionarios va desde los 800-900 euros a los 1.600. Pero olvida que los profesores de secundaria en Andalucía, entre los cuales tengo buenos amigos, no cobran menos de dos mil euros y, que yo sepa, también son funcionarios.
Más le valdría al Sr. Fernández poner coto a tanto funcionario liberado que, con la excusa de servir a sus compañeros desde el sindicato, despilfarra el tiempo y el dinero que le paga el Estado con los impuestos de todos, incluidos los que de verdad tenemos “sueldos modestos”, como él decía en su entrevista radiofónica, y que a pesar de la crisis tenemos que seguir tributando.
En 1997 trabajé durante un año en su sindicato, Sr. Fernández, y la actitud de algunos de sus liberados en su sede de la calle San Juan Bosco de Sevilla era realmente vergonzosa. No sólo reducían su jornada de siete horas a cinco, pues sólo trabajaban de 9 a 2, sino que algunos de ellos –léase un tal Andrés y una tal María Luisa, de los que omito los apellidos por discreción-, empleaban sus horas de “trabajo” en asuntos personales como ir a la peluquería o hacer la compra. Yo, en cambio, por mi trabajo como periodista en prácticas y, por tanto, sin contrato, cobraba una cantidad irrisoria de su sindicato, el mismo sindicato que a diario enviaba notas de prensa pidiendo mejoras salariales para los funcionarios. Bienvenidos al mundo real, señores, y espero que tengan mejor suerte que los que ya llevamos dos años sufriendo la crisis en nuestras carnes.
Remedios Camero. Estepa (Sevilla)