Texto: Remedios Camero
Fotos: Quino Castro
Doce mil quinientos kilómetros aproximadamente, kilómetro arriba, kilómetro abajo. Ésa es la distancia que hay entre España y Japón, entre Madrid y Tokio; y también, el trayecto que han recorrido desde Estepa las guitarras hechas –construidas, para ser más exactos- por Francisco Sánchez González, de profesión carpintero y guitarrero, como a él mismo le gusta definirse. Con su trabajo cabe la expresión española de ir “con la música a otra parte”, y esas “otras partes” del mundo son Alemania, Grecia y, sobre todo, Japón, por lo que podemos decir sin temor a equivocarnos que en el país nipón ya hay varios “trocitos” de Estepa en forma de instrumentos musicales. La gran valoración que en estos países tiene el arte flamenco da la explicación, según nuestro protagonista, de por qué las guitarras que fabrica recorren medio mundo hasta llegar a su destino.
Aunque Francisco, carpintero desde siempre, comenzó con la producción artesanal de guitarras hace unos diez años, su relación con la música se inició en su adolescencia, cuando con 14 años su padre le enseñó a tocar el laúd. A día de hoy se defiende con la armónica, la flauta, la quena y la bandurria, y también toca algo la guitarra, aunque ésta es más difícil, según nos confiesa en su taller, sito en la calle Santa Ana, donde dedica días enteros a dar forma a los instrumentos que fabrica al modo de un antiguo lutier –persona que construye o repara instrumentos musicales de cuerda-.
Porque aunque dispone de maquinaria actual, la misma que ha usado siempre en su carpintería, reconoce que la producción artesanal, a mano, da mejores resultados: se emplea más tiempo, pero el acabado del instrumento es mejor, y es de suponer que también lo será la música que de él salga. “Después de tantos años de oficio, tengo muchos recursos técnicos y conocimientos que puedo aplicar a esta tarea pero, finalmente, siempre se vuelve a lo básico, a lo tradicional, a como se ha hecho siempre, lo cual hace que el proceso sea más lento”, nos cuenta Francisco, que añade que trabaja “como lo hacían los artesanos de siglos anteriores” porque al final, aunque existan máquinas, el trabajo manual es fundamental y, hasta ahora, insustituible.
Francisco construye principalmente guitarras flamencas y clásicas, así como laúdes, bandurrias, vihuelas, flautas y quenas (tipo de flauta originaria del Altiplano sudamericano y tocada por los indios aborígenes.) Todavía alterna este trabajo artesanal con su oficio tradicional de carpintero, aunque ya prácticamente la construcción de guitarras le lleva todo el día, y confiesa que le gustaría dedicarse plenamente a ello “porque aparte de un trabajo, es una pasión”. No le ha dado publicidad a su oficio pero el boca a boca ha funcionado, de modo que no le faltan pedidos, y aunque sus guitarras viajen normalmente al extranjero, también tiene mercado en Córdoba, Sevilla, Jerez y, cómo no, en Estepa. No obstante, reconoce que no es fácil hacerse con una cartera de clientes en este ámbito si bien él, de momento, no se puede quejar.
Según nos cuenta, su incorporación en 1999 a la rondalla “Aromas de Canela” de Estepa fue para él el comienzo de su relación con los instrumentos que ahora fabrica. En ella, él toca el laúd pero sobre todo, la bandurria, ya que ésta “suena más fuerte, es más ruidosa.” Francisco llegó a la tuna a raíz de una época de importantes cambios en su negocio que le hicieron vivir duros momentos en lo personal, momentos de esfuerzo y trabajo que le llevaron a unirse a este grupo animado por Valle, su mujer, y por su amor a la música. Desde entonces, confiesa que habrá hecho ya más de cien instrumentos musicales.
La creación de un instrumento, de una guitarra principalmente, le lleva a Francisco entre 50 y 70 horas como mínimo, lo que traducido en espacio de tiempo supone un mes aproximadamente, ya que cuando comienza uno de ellos no todos los días puede trabajar sobre él: llegando a la fase de encolado del instrumento, por ejemplo, ha de dejarlo reposar un tiempo para que se seque. También le lleva tiempo por la complicación que tiene la realización de cejillas artesanas con incrustaciones de marquetería, un trabajo precioso para el que se requiere de paciencia pero cuyo resultado es admirable.
Para finalizar nuestra entrevista, preguntamos a Francisco qué siente cuando termina de fabricar un instrumento después de tantas horas de dedicación; qué sentimientos experimenta a la hora de desprenderse de él, porque al final, podríamos equiparar su trabajo al de un artista, que deja parte de sí mismo en su obra. Nuestro protagonista nos responde que siente “una satisfacción personal difícilmente explicable”, y que es muy emocionante el valor que un artista le da a un instrumento fabricado por él, refiriéndose a la valoración que el artista hace en cuanto que es capaz de hacer música, con todo lo que eso implica, con un objeto, con un trabajo en suma, salido de sus manos. No cabe duda que la mayor de las satisfacciones que podrá recibir Francisco como artesano es que el instrumento que creó con tanto mimo y devoción día tras día, hora tras hora, sea capaz de emocionar y deleitar a los demás cuando las manos de un artista sepan arrancarle unas notas en ese arte que es la música.
Si desean contactar con Francisco Sánchez, pueden hacerlo en el correo electrónico fsanchezgon@gmail.com